jueves, 3 de noviembre de 2011

Sobre la redencion y el arrepentimiento..

Me han llamado la atención un par de noticias .La primera esta:



REPORTAJE: LUCHA CONTRA LA MAFIA

Palabra de Corleone

Tras 17 años en una celda de aislamiento, ha empezado a hablar. Es Salvatore Riina, el jefe de jefes de la Mafia desde 1974 hasta 1993, condenado a 13 cadenas perpetuas por 150 asesinatos, 40 de ellos ejecutados personalmente. Ahora, ha roto su silencio para indicar al fiscal que investiga el asesinato del juez Borsellino que mire hacia las cloacas del Estado

PABLO ORDAZ 30/10/2011
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Tiene 80 años y 13 cadenas perpetuas pendientes. Desde hace 17 años vive en una celda de aislamiento. Sus guardianes supervisan su correspondencia y vigilan día y noche las cámaras que lo enfocan incluso cuando va al baño. Hace mucho tiempo que, en tales circunstancias, cualquiera hubiera dejado de ser una amenaza. Pero él no es cualquiera.
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        58,145,321 (est. 2008)

      La noticia en otros webs

      La justicia italiana lo considera responsable de 150 asesinatos, 40 de ellos ejecutados personalmente
      La última declaración del capo salió hace unos días gracias a una investigación del periodista Attilio Bolzoni
      "Yo vivo en la luna. Si formo parte de 'Cosa Nostra' o si soy jefe de jefes, no estoy obligado a decirlo", espetó al fiscal
      "Es cruel. Es un animal. Buscetta dijo que Riina solo era superado por Nerón en crueldad", dice Bolzoni
      -Yo soy Salvatore Riina de Corleone... Totò Riina.
      Así se lo dijo al fiscal de Caltanissetta -una pequeña ciudad en el centro de Sicilia- en lo que constituye la última declaración del último capo sangriento. Del más cruel. Del jefe de jefes de laCosa Nostra desde 1974 hasta su detención en 1993. El mismo que, en su locura y en su extrema crueldad, decidió enfrentarse al Estado en una guerra abierta. La justicia italiana lo considera responsable de 150 asesinatos, 40 de ellos ejecutados personalmente. Nacido en 1930 en la villa de Corleone, Totò Riina fue arrestado y juzgado en 1969 junto al entonces jefe de la Mafia, Luciano Liggio, otra mala bestia, por un puñado de asesinatos cometidos a principios de la década de los sesenta. Una hábil combinación de sobornos y amenazas a jurados y testigos consiguió entonces una sentencia absolutoria. Riina, que no estaba dispuesto a verse en otra parecida, se sumergió entonces y para siempre en la clandestinidad.
      Tras la detención de Liggio en 1974 -fue capturado en Milán, donde vivía como un burgués en una urbanización de la periferia-, Totò Riina se convirtió en el jefe supremo. El terror llevaba su nombre. Como nunca antes y como nunca desde entonces. A la cabeza de los corleoneses, no solo se enfrentó a las demás familias, sino también al Estado. Policías, fiscales, jueces. En 1982 ordenó asesinar al general Carlo Alberto Dalla Chiesa, quien, tras sus éxitos en la lucha contra las Brigadas Rojas, fue destinado a Sicilia para combatir a la Mafia. Lo mató solo seis meses después de llegar a Palermo, junto a su esposa y a uno de sus guardaespaldas. Las últimas víctimas de Salvatore Riina fueron los jueces Giovanni Falcone (23 de mayo de 1992) y Paolo Borsellino (19 de julio de 1992). De alguna manera, aquellos crímenes supusieron también el final de Totò Riina. La sociedad italiana reaccionó y pidió justicia como no lo había hecho antes. Aún se recuerda una frase de Rosaria Schifani, la viuda de uno de los cinco escoltas asesinados junto a Falcone y su esposa por la explosión de una bomba en la autopista entre Palermo y el aeropuerto: "Hombres de la Mafia, os perdono, pero tendréis que arrodillaros".
      En enero de 1993, apenas unos meses después del atentado contra Borsellino, Totò Riina fue capturado en el centro de Palermo, al volante de un automóvil corriente, frente a un semáforo en rojo. Iba desarmado. Vestía un traje raído. Intentó evitar la detención con una frase: "Se equivocan de hombre". Pero no. No se equivocaban. Un macrojuicio que tuvo mucho de ejemplarizante lo sepultó para siempre en una prisión de alta seguridad bajo un alud de cadenas perpetuas. El capo más temido, Totó Riina, guardó silencio desde entonces, algo no demasiado común en los de su estirpe. A muchos de ellos la prisión les va aflojando la lengua. No a la Bestia. No al Corto.
      Por eso, el fiscal de Caltanissetta, Sergio Lari, que investiga la posible colaboración entre los servicios secretos y la Mafia en el asesinato del juez Paolo Borsellino, se extrañó el día que el abogado de Salvatore Riina le dijo que el viejo capo estaba dispuesto a hablar. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué después de tanto tiempo? Sentado frente al fiscal, un tipo alto y valiente, tanto que durante mucho tiempo se negó a llevar escolta para que si lo mataban, solo lo matasen a él y no "a siete personas más", Riina -apodado el Corto por su baja estatura- aún se atrevió a marcar el terreno.
      -Usted es el fiscal de Caltanissetta y yo soy Salvatore Riina de Corleone...
      La declaración parece obvia, pero no lo es tanto. El primer mensaje es: cada uno en su sitio. Enseguida el fiscal entendió por qué al viejo capo, tanto tiempo después, se le empezaba a soltar la lengua: "Yo soy uno que se ocupa de sus asuntos, no sé nada de nada. Usted me ve y me dice: '¿Cómo es que Salvatore Riina está tan sereno, tan tranquilo?'. Porque yo estoy fuera del mundo. Yo no vivo en la Tierra. Yo vivo en la Luna. Si formo parte de Cosa Nostra, o si soy el jefe de jefes o el subjefe de los subjefes, no estoy obligado a decirlo. Ni a usted, ni a nadie. Así que quiero insistir en que no me haga esta pregunta porque yo estoy en mis asuntos y ustedes en los suyos. Usted hace de fiscal de Caltanissetta y yo soy Salvatore Riina de Corleone".
      La parrafada parecía sin sentido, el delirio de un charlatán senil, hasta que lo adquirió de pronto: "Usted, señor fiscal, tiene que saber quién es Salvatore Riina. Salvatore Riina está excluido de todos estos servicios secretos, porque no los tiene en su cabeza. Ni en la mente, ni en el cuerpo. Riina es de Corleone, pueblo agrícola, del campo, perdido y abandonado. Si yo hubiera conocido a alguien de los servicios secretos, desviados o regulares, yo no me llamaría Salvatore Riina porque estaría en la misma panda de estos arrepentidos, de estos señores y de estos desviados, de ese Ciancimino, de ese Spatuzza...".
      Salvatore Riina cita el apellido de los arrepentidos de la Mafia con desprecio. Ahora sí, el fiscal de Caltanissetta sabe por qué el viejo capo lo ha mandado llamar. Es, nunca mejor dicho, una cuestión de honor. Los arrepentidos a los que cita sostienen que Riina y algunos elementos de los servicios secretos italianos se confabularon para matar al juez Borsellino -y es eso precisamente lo que desde hace años investiga sin encontrar la luz el fiscal Sergio Lari-. Así que cuando Riina dice "no me miréis solo a mí, miraos a vosotros mismos", el fiscal ya intuye por qué el viejo capo se ha sentado frente a él. En primer lugar, para decirle que va por buen camino, que si quiere resolver definitivamente el crimen del juez tendrá que mirar hacia adentro, hacia las cloacas del Estado. Y en segundo lugar, para salvar su nombre, para quitarse esa piedrecita que le aprieta en el zapato. No quiere irse a la tumba amortajado por la sospecha de que algún día colaboró con el Estado al que tan sanguinariamente combatió.
      -Y entonces, ¿quién fue?, señor fiscal. ¿Por qué en el Castillo -una construcción en la cima del monte Pellegrino desde donde se domina Via Amelio, el lugar donde explotó la bomba que mató a Borsellino- había en esos días una base clandestina de espías? ¿Quiénes eran esas personas? Señor fiscal, siento que me toman el pelo desde la mañana a la noche porque llevo 17 años en aislamiento, siempre en aislamiento, área reservada, cámaras en la habitación, pero sigo siendo el capo de la Mafia. Yo, que tengo el correo controlado, las cámaras en la habitación, en el salón, en el baño, que no me puedo hacer el bidé, que no me pudo duchar... Señor fiscal, le ruego de una vez para siempre que busquen la verdad. Que hagan luz. Ustedes pueden. Pueden encontrar muchas vías. Mucho trabajo. Déjense de Riina como pararrayos. Totò Riina ya no es nada. Ya son solo 20 años que está sacrificado aquí. Tengo 80 años, estoy enfermo, yo soy un viejo acabado.
      La última declaración del último capo ha salido a la luz hace solo unos días en Italia gracias a la investigación de Attilio Bolzoni, un periodista del diario La Repubblicaexperto en la Mafia. Autor junto a Giuseppe D'Avanzo -recientemente fallecido- del libroIl capo dei capi, un ensayo sobre la vida y la carrera criminal de Totò Riina, Bolzoni ha logrado sacar a la luz dos declaraciones hasta ahora secretas realizadas entre el verano de 2009 y el de 2010. En total, un centenar de folios. "Con esa charla ante el fiscal", explica el periodista, "Riina demuestra que se ha sentido utilizado en el asesinato de Borsellino. De hecho, él no habla del asesinato del juez Giovanni Falcone porque admite que fue el responsable al mil por mil. Pero en el caso de Borsellino, el autor intelectual fue otro, un italiano
      que está todavía sin nombre".
      Attilio Bolzoni explica que la Mafia que representa Totò Riina ya no existe: "Desapareció. Él está sepultado en la cárcel, y toda su gente, también. Solo queda por capturar Matteo Messina Denaro. Los corleoneses están acabados. La Mafia sigue, claro. Si vas a la región de Sicilia, la ves. Existe una inteligencia colectiva de la Cosa Nostra que sigue muy activa. Pero se acabó aquel tipo de mafia con atentados y bombas, con los asesinatosexcelentes -objetivos importantes como generales o magistrados-; todo aquello se acabó con Totò Riina".
      Tras leer entero el interrogatorio, Bolzoni seleccionó algunos extractos para La Repubblica. Hay momentos en los que Riina se parece al viejo que es contando batallitas, pero cada batallita tiene un trasfondo: "Gracias a Dios y a mi actitud, pude ser un fugitivo 24 años. Un fugitivo puede durar un año, dos, no puede estar 24 años. Yo estuve 24 años fugitivo. Construí una familia, me casé, tuve hijos... Y lo pude hacer porque me hacía el solitario en mis asuntos. Yo era un solitario, yo soy un solitario. Puedo jurar ante Dios y ante mis hijos que ni Provenzano -su sucesor al frente de la Cosa Nostra- sabía dónde vivía yo. Hubo alguien que tuvo interés en venderme y hacerme arrestar, y por eso aquellas palabras pronunciadas por Mancino [el ministro del Interior en enero de 1993], que unos días antes dijo: 'Dentro de cinco o seis días vamos a arrestar a Riina y lo meteremos en la cárcel'. Seis días antes, sabía que me debían arrestar, y lo sabían Mancino y alguien más que no sé quién es. ¿Provenzano? No lo sé. Yo fui vendido, pero no puedo decir por quién. Me dicen Di Maggio
      pero no, no fue Di Maggio".
      Ahí solo parece un viejo criminal cuyo único remordimiento es el de no saber quién lo traicionó. No le duelen sus crímenes, tanta sangre derramada, sino no saber a estas alturas quién le fue desleal. Por qué. Por cuánto. Al periodista Bolzoni, sin embargo, no es esto lo que más le interesa:
      -Para mí, la frase crucial de Totò Riina es cuando le pregunta al fiscal: "¿Queréis saber quién es Salvatore Riina? Un tipo de Corleone, un pueblo del campo, perdido y abandonado...". Ahí lo que está diciendo es: "Yo soy el capomafia, vengo de Corleone, no me jodáis, tengo 80 años y quiero que me dejéis en paz. No me voy a arrepentir nunca, jamás".
      ¿Es entonces Totò Riina, a punto de cumplir los 81 años, enfermo, vigilado día y noche, un tipo acabado? Cualquiera diría que sí, que sus palabras ya no pueden interesar más que a un fiscal en su laberinto y a un periodista que, como un pintor, busca darle el último trazo a su personaje. Y entonces, ¿por qué a las pocas horas de publicarse el extracto de su declaración la justicia ordenó borrarlas de la web de La Repubblica? ¿Qué teclas secretas, tal vez entre líneas, de forma sutil, sigue tocando el viejo capo?
      La última vez que el periodista y el criminal se vieron fue en los tribunales. Un día antes, un reportaje publicado por Bolzoni iba ilustrado por dos fotos, una de Riina y otra de un senador: "Al verme, me llamó y me dijo: '¡Doctor Bolzoni, doctor Bolzoni! Mañana lo denuncio por sacar mi fotografía al lado de la de un político...". La broma de Riina, su aparente campechanía, no logró desviar un centímetro la opinión que Bolzoni, después de estudiarlo durante años, tiene del personaje.
      -Es cruel. Es un animal. Tommaso Buscetta
      [el primer arrepentido de peso que rompió con la ley del silencio] dijo en cierta ocasión que Riina solo era superado por Nerón en crueldad. Después de Nerón venía Riina... -



      El ultimo capo de la mafia  es un ejemplo  de no  redención ni arrepentimiento. El tipo es duro y cerrado como el solo .La omerta ( Ley del silencio en el argot mafioso) no se rompe según el por nada del mundo . Ahora veamos la otra noticia:

      La dolorosa redención de un matón racista en EE.UU.

      Bryndon Widner, en cada paso del proceso de eliminar sus tatuajes racistas (Widner, con la cara totalmente limpia, en su casa en agosto de 2011 (AP/Duke Tribble, cortesía de NBC Prodctions))
      Bryndon Widner, en cada paso del proceso de eliminar sus tatuajes racistas (AP/Duke Tribble, …
      Con la piel roída, la mata de pelo que no sabe muy cómo peinarse y las gafas de montura de metal que lleva, Bryon Widner parece un tímido hombre introvertido. En cierta medida lo es. Todavía no se ha acostumbrado a llevar una vida normal. Hace unos cuatro años, Widner era un hombre diametralmente opuesto al que proyecta hoy, y su aspecto lo delataba.
      Con la cara llena de tatuajes de esvásticas y otros símbolos de ese movimiento racista conocido como el "Supremacismo blanco" (el nombre es lo suficientemente autodescriptivo), Widner era uno de los matones más peligrosos y reputados de Estados Unidos. Líder de una banda de skin heads que se dedicaba a sembrar el terror entre los ciudadanos que no tuvieran rasgos caucásicos, era uno de los mayores exponentes del racismo más radical y nocivo conocido en el primer mundo.
      De ahí que el cambio de apariencia sea tan importante. Widner no sólo se ha quitado los tatuajes; ha cambiado de forma de vida.
      Es difícil saber cuándo dejó de profesar ese odio por los demás. Se casó en 2006 con una de las racistas más radicales de la National Alliance, otro movimiento supremacista blanco, y tuvo un hijo. Los niños de su mujer también lo aceptaron como padre. Debió ser por aquella época cuando se dio cuenta de que su doctrina xenófoba era más odiosa de lo que él pensó en un momento.
      Sus brazos deltaban su oscuro pasado (AP/Jae C. Hong)
      Sus brazos deltaban su oscuro pasado (AP/Jae C. Hong)
      Pero el cambio de opinión no cambiaba su aspecto. Ahí, grabadas en su cara para siempre, estaban las evásticas, los símbolos del Ku Klux Klan y las palabras "odio" en sus nudillos. Era imposible no verlo como un matón.  La gente que podía darle trabajo, darle de comer en restaurantes o venderle comida en tiendas así lo hacía. Sufría un comprensible rechazo social.
      En cuanto dejó de infundir miedo, despojado del odio que tanto intimidaba antes, lo que le quedó fue una vida de perdedor. Y eso no era fácil cambiarlo. No podían pagar las operaciones para eliminar los tatuajes.  Widner empezó a plantearse lavarse la cara con ácido y vivir el resto de su vida como un hombre desfigurado antes que como un retal del monstruo que fue.
      Fue su mujer la que decidió poner a prueba la capacidad de perdonar de los suyos alrededor. Y cómo.Buscó al mayor enemigo de los supremacistas blanco, Daryle Lamont Jenkins, presidente de un grupo a favor de la tolerancia y los derechos humanos, un luchador nato odiado por los racistas porque suele publicar sus nombres, direcciones y declaraciones en su página web. Era algo así como si Osama Bin Laden hubiera llamado a la CIA para pedirles ayuda. Le contó la historia de su marido. "No importaba quién había sido o en qué había creído", cuenta Jenkins. "Era una madre dispuesta a hacer lo que fuera por su familia".
      Widner, a punto de dar una conferencia en agosto de 2011 (AP/Jae C. Hong)
      Widner, a punto de dar una conferencia en agosto de 2011 (AP/Jae C. Hong)
      Así que hicieron un trato. Widner canalizaría la repulsión que sentía hacia sí mismo en charlas y conferencias para jóvenes. A cambio,Jenkins intentaría encontrar a un patrocinador que le costeara los 35.000 dólares que costaban las operaciones para quitarle los tatuajes y que pudiera empezar una nueva vida. Lo hicieron: Widner empezó a hablar por todos lados, en actos públicos, en reuniones privadas donde dio valiosa información sobre la banda que él mismo presidió y cómo se relacionaba con otros grupos del movmiento. El otro lado del trato se cumplió. Las autoridades encontraron un donante anónimo dispuesto a regalarle las operaciones a cambio de dos cosas: que nadie supiera nunca su nombre y que Widner estudiara un módulo o una carrera para hacerse un hombre de bien.
      Mientras, las webs y foros del foro racista empezaron a burbujear de ira hacia la familia que había "traicionado a la raza blanca". El FBI les avisó del peligro que corrían. Había mañanas en las que la familia se encontraba estiércol en el coche. Les llamaban por la noche. Recibían mensajes avisándoles de que "iban a morir". Más de una vez un amigo les avisó de que un grupo de skinsiba a ir a por ellos, y tuvieron que irse a un hotel. Al final, se mudaron a Michigan y luego a Tennessee, cerca de la familia de la mujer.
      Fue en esa época cuando encontraron a un cirujano dispuesto a tratar a Widner. El doctor Bruce Shack, de Nashville. Fue el primero que, según Widner, vio más allá de los tatuajes. "Me vio como un ser humano",  explica. Pero el trabajo sería complicado, el mayor reto en la carrera del médico. "Lo que tenía no eran tatuajes. Era un lienzo entero". Las intervenciones serían extremedamente laboriosas y dolorosas. Se lo dejó claro. "Vas a sentir que tienes la mayor insolación del mundo, tu cara se va a hinchar y luego se va a curar", le alertó. "No va a ser nada divertido. Pero si quieres hacerlo, yo quiero ayudarte".
      Widner, que a esas alturas ya conocía bien lo que es ser juzgado por su aspecto y su piel, no lo dudó. "Tengo que hacerlo", le dijo. "Sino, nunca voy a llevar una vida normal".
      Shack no mentía. El proceso fue extremadamente doloroso, incluso para un tipo como Widner, acostumbrado a los tener los ojos morados y perder dientes en peleas de bares, y que ya había recibido buenas palizas cuando los guardias de la cárcel en la que cumplía una condena le encerraban en una celda con presos negros. Este era otro tipo de dolor, no sólo porque era más humillante y destructivo. Shack decidió someterlo a anestesia general para las operaciones subsiguientes. Fueron una o dos operaciones por mes y de cada una de ellas salía con la cara hinchada, hecha una gran ampolla. Como si el odio que un día llevó dentro se hubiera adueñado de su aspecto.
      Widner, con la cara totalmente limpia, en su casa en agosto de 2011 (AP/Jae C. Hong)
      Widner, con la cara totalmente limpia, en su casa en agosto de 2011 (AP/Jae C. Hong)
      En total, fueron 25 operaciones en 16 meses. Shack no se podía creer el proceso de dolorosa exoneración al que se había sometido Widner. "Cualquier hombre dispuesto a someterse a tal calvario tiene que tener claro que quiere hacer algo bueno con su vida", razonó en su despedida.
      Y así llegó la nueva vida de Widner. En un suburbio de una ciudad que se mantiene en secreto. Por primera vez, se le han abierto las puertas del futuro. Ahora intenta tapar con tinta negra el resto de tatuajes que tiene en el brazo. Le va a juego con el pelo que por fin se ha dejado crecer. Las gafas distraen un poco de su piel roída por las operaciones. Sólo recuerda a sus tatuajes cuando sufre migrañas, un efecto secundario de las intervenciones. "Es un precio pequeño a pagar por ser humano de nuevo", confiesa.
      Fuente: Daily Mail

      ¿ Cual es la diferencia entre estos dos tipos? ¿Alguien lo sabe?... Dejar comentario si podeis....

      1 comentario:

      1. Lo dijo el abuelo una vez: "No es necesario mostrar en todo momento lo que eres, pues mientras esté en tu corazón, nunca dejarás de serlo."

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